Análisis sobre la película Araya

Araya es un film que trata sobre la durísima vida de los mineros de la sal y de los pescadores en la empobrecida península de Araya del estado Sucre con gente del lugar, ya que ningún actor hubiera podido reemplazar esas caras; el viento, el sol y la sal las habían tornado especiales.




Sin embargo, Araya contiene todos los elementos que permiten ubicarla entre las mejores películas de los 50. Su cuidado estilo, su mirada contemplativa, el lirismo de sus luces y sombras, los hermosos y desolados paisajes que ofrece la salina, la orquestación de esos cuerpos que son parte de un gran mecanismo que realiza un trabajo agotador… forman un conjunto de imágenes con gran fuerza narrativa y poderosa carga estética.

La península fue descubierta por los piratas españoles en 1500, quienes dijeron que no había salina más grande en el mundo. Para ellos la sal era más preciosa que el oro, fue un lugar tan valioso y productivo que el rey de España para defender estas tierras construyo una fortaleza, estas fueron la segunda de las indias occidentales. Piratas, mercaderes de esclavos convirtieron estas tierras en el centro de la piratería del Caribe.

Pasaron 450 desde el descubrimiento de Araya, y la directora venezolana Margot Benacerraf describe en clave poética y atemporal un día en la vida de las gentes que subsisten en las áridas tierras de la península de Araya, gracias a la explotación de su salina natural. Esta labor la han venido desarrollando manualmente y sin apenas modificaciones, desde la llegada de los españoles.


Tras esta contextualización, contemplamos el alborear de una jornada en Araya y, por consiguiente, el inicio de la actividad de los salineros y pescadores y que penetra hasta las profundidades la vida de estos hombres y mujeres, que viven y sobreviven en esta tierra huérfana de flora, donde nadie sonríe: comienza un día, arriba su final, y amanece otro que no será distinto del anterior. Siempre las mismas tareas, ímprobos trabajos que se reiteran día tras día en las salinas. La vida en Araya parece ser, en definitiva, nostálgica, atemporal, y de un modo revelador lo sintetiza el narrador: “primero la sal, comer en silencio y luego dormir”.

También de noche salen en sus embarcaciones a pescar, y únicamente cuando el sol ya brilla inclemente retornan a la playa, donde las mujeres esperan con miras a vender, en otros pueblos, el fruto obtenido de la mar. No en vano, todo sustento pescado y sal lo brinda el mar o, empleando las siempre esclarecedoras palabras del narrador, “toda vida, todo alimento proviene del mar, es fuente de vida para salineros y pescadores”.

Con todo, quedamos asombrados al presenciar cómo los rostros y los cuerpos de los habitantes de Araya aparecen completamente lacerados y desgastados por el poder cáustico de la sal y por si fuera poco quemados por el sol. La tierra que moran comparte una misma suerte, esto es, se muestra cuarteada y estriada con idéntica intensidad. 

Nunca se detiene a pensar que los seres humanos que la mueven no progresan. Bajo el calcinante sol y la quemante sal que les llaga los pies ponen de manifiesto su dignidad simplemente al hacer que la vida continúe en tales circunstancias.

En medio de esa adversidad tenían esa dignidad y hasta ese sentido poético. En una península donde toda vida proviene del mar no hay flor que nazca en esas tierras, no hay un árbol, y ellos sentían la necesidad de decorar las tumbas de sus muertos. Entonces agarraban los caracoles de mar. Esa es la historia de una niña que con inmensa inocencia recoge los caracoles que arrastran las olas del mar. Sin dejar muy claro a que está jugando hasta que, al final, ella va con la abuela a adornar las tumbas en el cementerio.

 Después entró la mecanización. Por eso la película termina con una pregunta angustiosa. ¿Qué iba a pasar con esos personajes? Desde luego la industrialización llego hasta Araya para ocupar en gran parte el lugar de los obreros de la salina que hacían y desasían las grandes pirámides de sal sin sospechar si quiera que el destino les presentaría este nuevo sistema, aunque estos funcionaban como maquinas que no sienten los fuertes rayos del sol, ni mucho menos el rose de la sal en sus llagas.

La repuesta a esta pregunta no es que el nuevo sistema industrial le haya quitado una costumbre a un pueblo, ni mucho menos que les haya dejado sin trabajo para poder pagar el bajo costo de la vida en la península, ya que como dije anteriormente “la vida toda provenía del mar”, sino mas bien sobre como el nuevo sistema industrial influyó en la personalidad de estas personas que al parecer no habían conocido sus propias vidas. 







  


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